jueves, 20 de noviembre de 2014

Los peces de la Antártida son “sensores” de la contaminación

Ciertos compuestos orgánicos sintéticos, como el PCB y el DDT, se acumulan en sus tejidos, lo cual puede servir para monitorear su concentración en el ambiente.

Notothenia coriiceps.

Agencia CyTA-Instituto Leloir-. Los peces de la Antártida acumulan en su organismo distintos compuestos sintéticos de uso agroquímico, industrial o farmacéutico, por lo cual se han usado como “sensores” para registrar la contaminación ambiental. Ahora, científicos argentinos sugieren una estrategia para mejorar la precisión de las mediciones.

Los científicos, liderados por la doctora Jorgelina Altamirano, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), en Mendoza, se enfocaron al estudio de ciertas familias de los llamados “contaminantes orgánicos persistentes”, tales como el PCB, el DDT y el PBDE, en tres especies de peces. Y constataron que, al contrario de lo que consignado en la bibliografía, estos compuestos alcanzan su mayor concentración en los órganos reproductivos (gónadas) y branquias, y no en los tejidos musculares y hepáticos, como se pensaba.

El hallazgo, publicado en la revista “Science of the Total Environment”, sugiere tener en cuenta estas diferencias en la acumulación “para obtener información representativa del problema a abordar”, señaló Altamirano, quien es investigadora del CONICET y profesora de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Cuyo (FCEyN-UNCuyo), en Mendoza.

Base argentina Carlini, a orillas de Caleta Potter.

El Convenio de Estocolmo, firmado en 2001 y en vigor desde 2004, exige a las partes signatarias, entre ellas la Argentina, a tomar medidas para eliminar o reducir la liberación de estos contaminantes orgánicos en el medio ambiente. Esto obliga, entre otras medidas, a monitorear sus niveles con la metodología más precisa posible.

Del estudio también participaron científicos del Instituto Argentino de Zonas Áridas, que depende del Conicet y la UNCuyo; del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y el Instituto Antártico Argentino; y de la Universidad de Amberes, en Bélgica.